ETIOPÍA
Un viaje por los inhóspitos y calurosos parajes del Danakil
Se trata de uno de los lugares más calurosos del mundo y los viajes a esta región están desaconsejados, pero este territorio inhóspito recompensa al viajero con paisajes fascinantes parecen ser de otro planeta.
Caravanas de camellos transportando sal. [ Ver fotogalería ]
Al caer la noche, al fin comienza a refrescar en el desierto de Danakil, situado en el norte de Etiopía. Cuando «tan solo» hace 35 grados Celsius los aventureros comienzan el ascenso al volcán activo Erta Ale. El guía, perteneciente al pueblo nómada de los Afar, se abre camino sobre la roca volcánica a la luz de las linternas. Después de unas cuatro horas de subida se alcanza el borde del cráter y la mirada de los viajeros vaga en dirección a la borboteante lava. El Erta Ale es uno de los pocos volcanes del mundo que tiene un mar de lava permanente. Los esfuerzos realizados para alcanzar la cima a 600 metros de altura se olvidan rápidamente: en la oscuridad de la noche la lava se revuelve en la caldera volcánica y durante las erupciones las incandescentes chispas se elevan varios metros de altura.
En realidad, todo parece contraindicar un viaje al desierto de Danakil, puesto que se trata de uno de los lugares más calurosos del mundo, el alojamiento es primitivo, no hay instalaciones sanitarias y en cambio, kaláshnikovs en casi todas partes. Pero este territorio inhóspito recompensa al viajero con paisajes fascinantes que apenas parecen ser de este mundo: el volcán activo, un lago de sal que alcanza hasta el horizonte, borboteantes agujeros de azufre y caravanas de camellos casi infinitas. Desde el sencillo campamento al borde del cráter del Erta Ale un camino empinado baja hasta el desierto de lava en su interior. Alrededor del activo mar de lava se exige mucha precaución, ya que no hay un camino marcado ni medidas de seguridad. Los guías locales se orientan a ojo y por su experiencia para no pisar la lava.
En muchos puntos la lava fresca entre gris y negra crea pliegues como si se tratara de ropa de cama revuelta. En algunas zonas hay pequeños huecos bajo los cuales todavía se ve la lava incandescente. La capa superior a menudo es quebradiza. Pasada la medianoche todos han tenido tiempo suficiente de contemplar el volcán, así que se extienden unas sencillas colchonetas para dormir bajo un espectacular cielo estrellado. Al día siguiente, el descenso comienza ya antes del amanecer para escapar del horrible calor.
El desierto de Danakil se encuentra sobre un cruce de placas tectónicas de la corteza terrestre, lo cual explica la actividad volcánica. La árida región del llamado triángulo de Afar está dominada por el pueblo nómada musulmán de Afar, que desde hace siglos vive de la explotación de sal y de la cría de camellos, burros y cabras. Los viajes a esta región están desaconsejados. En enero de 2012 se produjo un atraco en el volcán Erta Ale durante el cual fueron asesinados cinco turistas europeos y otros fueron retenidos durante semanas. Desde entonces se han reforzado notablemente las medidas de seguridad en la zona del Danakil: a los pies del volcán y en el borde del cráter han sido estacionados soldados. Lo mismo ocurre en el asentamiento de Dallol.
Aunque desde 2012 no se ha tenido constancia de otros incidentes en la zona, las autoridades europeas advierten de que no están descartados los asaltos por parte de bandidos y los secuestros en la región. La seguridad tiene un precio y la visión de los soldados vestidos con pantalones cortos y coloridas sandalias de plástico, que llevan colgando un kaláshnikov, no es una rareza. El viaje desde el volcán hasta la llamada depresión de Dallol, que se encuentra a fácil 100 metros por debajo del nivel del mar, lleva casi un día entero, a pesar de que el trayecto sólo es de unos 80 kilómetros.
La travesía se hace larga con temperaturas tan altas hasta que al fin se divisa en el horizonte el lago de sal Assal. El agua, que brota de fuentes subterráneas y llega a la altura de los tobillos, crea un espejo perfecto sobre las blancas placas de sal. Los intensos colores y el brutal clima hacen que el escenario parezca sacado de un videojuego. Para los Afar este paisaje surrealista es su día a día, ya que el lago de sal es la principal fuente de ingresos de la región. Este pueblo nómada se dedica desde hace siglos a su explotación. El lento y arduo transporte sobre la espalda de los camellos parece un anacronismo en el siglo XXI, pero los orgullosos Afar mantienen su tradición.
Los jeeps que transportan a los viajeros pasan a toda velocidad por la plana superficie de sal en dirección al este, donde esperan los campos de azufre de la depresión de Dallol. La zona está a pocos kilómetros de la frontera con Eritrea, por eso ahora es obligatorio que cada grupo vaya acompañado por una escolta de tres soldados armados con kaláshnikovs. Aquí la actividad volcánica subterránea lleva a los minerales a la superficie: el azufre brilla en todas las tonalidades de amarillo, de las blancas torres de sal brota el agua, los sedimentos de hierro aportan tonos de rojo oscuro y marrón. No hay caminos ni barreras y los visitantes se funden con el espectáculo de la naturaleza. En varios lugares se han formado pequeñas piscinas con agua verdosa. Los pocos visitantes que recibe el lugar se van con la sensación de que visitaron otro planeta.